Las delicias improvisadas

NACHO DÍAZ.
A lo mejor porque el surrealista sueco y diseñador de instrumentos musicales experimentales Johannes Bergmak me dijo mientras tomábamos café, antes de su actuación en el Tempting Failure International Festival of Perfomance Art and Noise Art celebrado en Hackney, que era constructor de pianos el verlo suspendido del techo, sujetándose tan solo con una cuerda cualquiera de este instrumento a cada lado de su cuerpo, cubierto por un original traje que parecía de astronauta, no me sorprendió tanto.

Johannes Bergmak.
Según me continuó explicando una simple cuerda de piano podía soportar de sobra el peso de una persona aunque después adiviné que la razón de su doble sujeción se debía a la originalidad de su performance; donde con un arco de violín en ambas manos nos deleitó con una música improvisada, tan original como el instrumento en el que el mismo se había convertido gracias al amplificador adherido a su pecho.
Lejos de tener una función decorativa el traje lo protegía de cualquier tipo de enredos y de algún modo me hizo quedarme con las ganas de preguntarle si también lo usaría en un ambicioso proyecto, que verá la luz este otoño, y que yo solo podría describir como un work of genius, por su detallada preparación e innovación a pesar de que la inspiración se remonte a finales del siglo XV o principios del XVI.
Antes de ver los planos del instrumento, todavía en construcción, pensé que la obra podría tratarse de una extraña maquinación más propia de la mente de un moderno faquir masoquista, hasta que Johannes me explicó que no tenía intención alguna ni de crucificarse ni, tampoco, de sufrir por amor a la música con su idea de construir en tamaño real “El harpa del infierno”, que aparece como una imagen de 35 cm. en el panel de la derecha de El jardín de las delicias, con un hombre atravesado por sus cuerdas, al que el propio Johannes interpretará tocando la música de su tortura.

El Harpa del Infierno.
Según se puede apreciar en el diseño provisional, la idea de construir un instrumento funcional que pudiese ser tocado mediante tensiones similares a las de las cuerdas de piano colgantes queda, en palabras del constructor, totalmente descartada debido a su nulo interés en dejarse atravesar el cuerpo para reproducir los gritos inspirados por el diablo.
A pesar de esta lógica restricción física Johannes esta ideando una estructura alrededor del harpa, sustentada sobre un andamio, en la que instalará las 21 cuerdas del demoníaco artefacto, sobre las cuales se irá deslizando cambiando la tensión de su cuerpo para producir su música.
El problema que esto plantea para la funcionalidad y éxito del proyecto es que las cuerdas, por no atravesar su cuerpo, no podrán mantener una tensión continua y dejarán totalmente a la buena forma física de Johannes, que puede atestiguar en su performance, la habilidad de flotar dentro del marco del harpa sin más ayuda que la de las diversas sujeciones que cubrirán los dos lados de su cuerpo, mutando de esta forma el sonido con cada movimiento.
Esta disciplina del cuerpo a, mi entender, también recalca el enorme talento del sueco para el Live Art pues, como pude comprobar en su segunda actuación de la noche, evocando a una canción de Frank Zappa, I have been in you, you have been in me, cuando se tragó de forma momentánea un micrófono de solapa, conectado a un amplificador, Johannes consiguió transmitirnos un universo inmenso de sonidos internos perfectamente logrados mediante la ingestión de cerveza y doritos, mezclados con el latido de su corazón.
Tal vez porque Johannes es un auténtico surrealista, fundador y miembro durante más de 20 años del Grupo Surrealista de Estocolmo, preguntarse el porqué de su profesión no sería necesario si de verdad se entendiese lo que el mismo declara en su página web afirmando que “está atraído por su actividad porque quiere dejar todo cuanto espacio sea posible para la voz surrealista, la voz poética y la calidad política que yace en abandonar planes demasiado específicos, y dejar espacio para el poder de la imaginación”, siendo todas sus actuaciones autenticas invitaciones que, en mi opinión, invitan a la subversión creativa para bien, hacernos tocar colgados del techo, o, también, hacernos bailar al ritmo de la música el harpa del infierno.