Negro y santo deseo

985
0
Share:
nacho diaz

Nacho Díaz.

Cuando por casualidad me enteré que el pintor sevillano, afincado en Londres, José Gómez había vendido su Purple Painting a través de Saatchi Art  en seguida me puse en contacto con él para felicitarle y, de paso, intentar averiguar un poco más  sobre esta galería online, que presume de ser la más grande del mundo, albergando las pinturas, dibujos, fotografías y esculturas de unos 65,000 artistas repartidos por 100 países.

Saint Alex

Saint Alex

Mi curiosidad, sin embargo, se vino al traste después de recibir la invitación a su exposición Sanctity and Male Desire en el IX Festival de Cine, Performance, Arte  Visual y Debate LGTBQI GFEST, que se celebrará entre el próximo 7 y 19 de noviembre, y darme  cuenta que sus pinturas de santos gais negros eran mucho más interesantes que cualquier otra cosa que nadie pudiese contarme sobre la venta de cuadros en Internet.

El impacto que me produjo ver la imagen de su Saint Alex, junto con la de otros miembros de su particular santoral, me envolvió de inmediato en un aurea de sensualidad  kitsch, transmitida por el esplendor de los cuerpos de los modelos y su sugerente evocación a los placeres de la carne, haciéndome reflexionar sobre la siempre tan borrosa frontera que separa determinados aspectos del homoerotismo fetichista y la iconografía católica.

Teniendo en mente los provocativos martirios del santo Sebastiane, dirigidos por el cineasta inglés Derek Jarman, mientras escuchaba a José hablar de su infancia en Sevilla y de todos los curas con los que se cruzaba a diario, pude darme cuenta como la mezcla de transgresión y pureza en la obra del pintor reflejaba la extraña relación entre el deseo carnal y la pasión religiosa que, si bien, no se encuentran jamás coinciden en la misma persecución de la gloria celestial o el orgasmo mundanal a través de la representación artística de la comunión con los santos.

Saint Cristobal

Saint Cristobal

El deseo de José por retratar a sus santos con oleos, rindiendo así  un homenaje a los grandes maestros de pinturas religiosas del Renacimiento para después  añadir  un acabado metálico reflectante iluminando sus aureolas, hecho con pan de oro,  muestra su intención  de fusionar la sensualidad de la carne consagrada con la vida nocturna gay, inspirándose en el imaginario de autores como Tom of Finland y muchos otros encontrados en las librerías del Soho.

Esta apropiación de iconos sexuales masculinos, mezclados con  la religiosidad, intenta “poner en el punto de mira la intersección de dos identidades cuestionando la accesibilidad de la comunidad católica a los hombres y curas gais” para destruir cualquier tipo de barrera moral que haya existido hasta ahora intentando, de forma amena y divertida, despojar la homosexualidad de su carga negativa, acercándola más a las personas que la aborrecen y mostrando el culto al, hasta ahora oscuro y maldito para muchos, don divino del deseo que nace entre, para y sobre los hombres, predicando amor, placer, unión y fraternidad hasta el fin de los tiempos.

Saint Victor

Saint Victor

En este sentido, Saint Alex junto con Saint Cristobal, Saint Victor y Saint Mark representan claros ejemplos de la realidad multicultural en la que todos vivimos sumergidos y también, en palabras del propio José, significan “el abrazo de su identidad a la cultura LGTBQI”, celebrando la salida del armario en nuestra comunidad  con una “luz y belleza” que yo me atrevería a describir como un algo siempre precedido de una corte angelical.

Mi razón para argumentar esto no es otra más que la de haberme quedado prendado alguna que otra vez, en alguna que otra discoteca, de la estereotípica imagen del hombre gay musculado negro, con alitas de ángel y bordados dorados que siempre resulta tan agradable a la vista.

Sin embargo, el buen arte del sevillano sobre el lienzo y su capacidad para consagrar  cuerpos a su antojo, transcienden, en mi opinión, más en la cultura popular que el mero ángel nocturno y tentador, llegando a producir un exaltación de la liturgia carnal,  a la cual nadie podrá resistirse después de haber visitado su exposición.